
Decirlo en voz alta…
No importa cuánto trates de ocultarlo, no puedes mentirte a ti mismo. Podemos fingir haber olvidado responder un mensaje, contestar una llamada; podemos inventar excusas para llegar tarde, podemos fingir no haber recordado la hora a la que habíamos quedado, podemos fingir querer a alguien y estar con ella por las apariencias… Si nos lo proponemos, podemos fingir cualquier cosa. Podemos pasar la vida pretendiendo fingir.
Pero al final del día, todo sigue ahí. Cuando cae la noche, todas las mentiras salen a la luz y hieren como punzadas en el corazón y en el alma, recordándote que el problema sigue ahí y que por mucho que intentes evitarlo lo seguirá estando. Es entonces cuando el peso de nuestras mentiras nos aplasta contra la realidad que, rodeada de la inmensa soledad, se hace aún más pesada y dolorosa. Ahí nos damos cuenta que debemos hacer algo al respecto.
Y a veces lo más difícil de todo es decirlo en voz alta porque el simple hecho de escucharlo asusta. Porque cuando lo oímos es como confirmar que todo realmente existe. Decirlo en voz alta, te deja indefenso ante otra gente porque la gente puede juzgarte. Y la gente no suele pensar en cuánto daño puede causar que nos juzguen sin saber.
Casi siempre es tarde, nos damos cuenta de todo el daño que hemos hecho y todo el tiempo que hemos perdido queriendo evitar lo inevitable, negando lo innegable, haciendo lo imposible para no admitir la verdad porque duele y nos destroza por dentro. Aún negando y fingiendo que las cosas no existen, siguen existiendo dentro nuestro.
Pero la verdad, lo que más duele no es el sentimiento, sino el tener que hacer cosas inimaginables para esconderlo día tras día, hasta el momento que todo se desploma. Y es ahí cuando el mundo se cae, que todo pesa. Es entonces cuando nada tiene sentido y pensamos que ya no vale la pena seguir viviendo. El error es pensar que la vida es triste, complicada, cruel, insignificante, inútil… Las personas somos las que lo complicamos todo por miedo, por miedo a dejar ver lo que pensamos, lo que sentimos. Por eso fingimos que todo nos da igual, que no sentimos nada porque tenemos miedo de abrirnos a alguien y que esa persona nos traicione. Porque si eso pasara, perderíamos el rumbo.
Y es por eso que no digo muchas cosas en voz alta.
Me ha encantado tu relexión. Todos sabemos algo de eso…
Reflexión:-)
Gracias Istar . Saludos.