Varias veces escuché la excusa del “Tomo para olvidar”. Es la mentira más grande del mundo, junto con la de “No me escribo con nadie más” y la de “No me llegó tu mensaje”.

Vamos por parte… uno va a esos lugares de mala suerte. Alejados de toda mirada que pueda llegar a ser conocida, se sienta solo en la barra del lugar o en alguna mesa. No hay nadie, porque no va nadie a ese lugar. Vos te preguntas cómo hace ese lugar para sobrevivir pero lo que vos no sabes es que tienen un sótano con un cabaret y tráfico de abejas asesinas.

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Vos seguís ingenuo en la parte de arriba, pedís una cerveza, fernet, whisky, vino, ron, vodka, frizee,  todo junto o  lo que sea… y comienzas a debatirse cuándo detenerse. Siempre en algún punto decimos “No tomo más”, pero seguimos.

En ese momento es cuando vienen los pensamientos, las cosas que andaban nadando en tu cabeza, siguen ahí y se intensifican. No se olvidan. Te podés hasta olvidar que estás en un bar,  que no hay nadie, capaz que viene la mesera y te dice “Ahí hay un cabaret” y no le vas a entender ni una palabra porque terminas mirándole el exagerado escote, pero no te vas a olvidar de la razón que te llevo a tomar.

Y al final, eso que queríamos olvidar, es lo que más recordamos.