El Fénix me tomó en sus garras, me llevó volando por encima del mundo, más allá del mañana para que pudiera observar el futuro. Y observé…
Vi nacer a los centinelas. Vi cómo masacraban nuestra raza, cazada más allá de la caza, muerta más allá de la muerte, vi morir a cada uno de nosotros. No habría más hijos de Caín. Está fue la Primera Señal.
Vi nacer a los humanos. Más y más. Hasta que Gaia tembló por tener que soportar todo su peso. Sus edificaciones, sus plantaciones… siempre intentando alimentarse de Ella. Gastándola, dejándola sin sustento, a diestra y siniestra, consumiendo sus recursos descontroladamente. Está fue la Segunda Señal.
Observé la Tercera Señal. Demasiados humanos. Se enfrentan unos contra otros. Un Profeta prometió mejorar las cosas pero solo trajo corrupción y guerras. Vi un extraño Fuego descontrolado alzarse entre los bosques, una inmensa Columna de Humo extendió la muerte más allá. Escuché la agonía del Mar moribundo, mientras Gaia tarareaba un lamento fúnebre.
Ahí empezó la Cuarta Señal. El Profeta era demasiado poderoso, sus alas abanicaban enfermedades, el Rebaño iba muriendo de a poco, los hijos nacían deformes, los animales morían sin razón aparente. Ni siquiera los centinelas fueron capaces de escapar.
Cerré los ojos asqueado y con lágrimas en los ojos, el Fénix me mostró la Quinta Señal. Otras Columnas de Humo se alzaron hacía el Cielo, perforándolo, el Sol abrazó a Gaia. Incluso en la oscuridad del invierno hacía calor. Las plantas se marchitaron. Un grito de dolor surgió de los agónicos bosques, todos lloraron lágrimas de luto.
La Sexta Señal. El fuego hierve en las profundidades. Las cenizas surcan los cielos y el Profeta se mueve entre las sombras, asechando, listo para atacar.
No quise mirar más y cerré los ojos… pero no los necesitaba porque podía sentir la Séptima Señal. El Apocalipsis. Fuegos caían al suelo, quemando a todo ser vivo, el Profeta se manifestó en las torres, en los ríos, en la tierra, en los cielos. Tuvo hijos que corrían descontrolados, maldiciendo a todo el mundo, destruyendo, matando… y el Rebaño corría aterrorizado.
Volví a abrir los ojos y el Fénix me observó fijamente. “Así es como será pero no cómo debería ser”. Entonces me abandonó.
Ahora no puedo dormir, no puedo soñar. Todo lo que queda en mi mente son esas señales. Puedo recordar cada detalle, estos son los últimos días. Que Gaia se piade de nosotros.
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