
Una amistad extraña
Todos los días te veo pasar, hay alguna clase de conexión entre nosotros, lo sabemos. Pero ninguno de los dos parece querer aceptarlo. Nuestros trabajos y la sociedad misma nos imponen ciertos arquetipos que no queremos romper.
Te veo, me miras, nuestras miradas se cruzan y tus señas discretas me sacan una sonrisa. Aún recuerdo cuando me preguntaste por mi número de teléfono, todo por una mentira mía que resultó beneficiosa. Tu picardía y tu supuesta timidez me pueden.
Hay días que pasamos horas hablando de todo… hay días que ni tenemos la posibilidad de saludarnos. Pero siempre que me ves y yo no, cuando siento vibrar el celular, sé que sos vos preguntando cualquier pelotudez, con tal de dejar alguna constancia de que me viste.
A veces trato de serte indiferente, pero no puedo, es como una fuerza interior que me dice que no lo haga. Como ayer que te vi medio triste y te pregunté si estaba todo bien, sé que tu respuesta no fue del todo sincera, pero tampoco nos iba a dar los tiempos para hablarlo como deberíamos. Te limitaste a asentir y preguntarme lo mismo.
Me muero por divertirte, por conocerte totalmente, por saber qué pensás de toda está situación. Me muero por gritarlo y que no me importe lo que digan, después de todo el corazón no elige qué personas unir y si estoy loco, es cosa mía. Tenemos el mundo en nuestra contra, pero estoy dispuesto si vos lo estás… después de todo, no podemos negar nuestros sentimientos solo porque no parecen lo correcto.
Solo el tiempo y nuestras acciones dirán lo que puede llegar a ser… por ahora solo me pregunto ¿hasta dónde llegará esta extraña amistad?
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